top of page

Sissí: ¿una Emperatriz de leyenda?

  • Foto del escritor: Bibliotecaria CSJ
    Bibliotecaria CSJ
  • 13 oct 2021
  • 3 Min. de lectura

Mujer de carácter, depresiva, amante de la naturaleza, deportista y profundamente infeliz.

Era la cuarta hija del duque Maximiliano Wittelsbach y de la princesa Ludovica y, por tanto, nieta del Rey Maximiliano I de Baviera.


Todos tenemos la imagen de Sissí que nos ha proporcionado el cine. La guapísima Romy Schneider en el papel de Emperatriz de Austria-Hungría. ¿Pero quién fue realmente Isabel de Baviera? Mujer de carácter, depresiva, amante de la naturaleza, deportista y profundamente infeliz; tuvo un papel relevante en el reconocimiento de Hungría dentro de la monarquía dual de los Habsburgo. Casada sin amor con su primo el Emperador Francisco José, soportó los reproches de su suegra y los desplantes de una corte que la consideraba una desequilibrada. Pero nunca fue capaz de superar el extraño suicidio de su hijo en el pabellón de caza de Mayerline. Desde entonces y hasta su asesinato en Ginebra en 1898, jamás abandonaría el luto. Atrás quedaban sus fabulosos peinados que habían maravillado a toda la corte al ritmo de vals.



Isabel de Baviera nació en Munich en 1837, aunque casi toda su infancia la pasó en Possenhofen, a orillas del lago Starnberg. Era la cuarta de los hijos del duque Maximiliano Wittelsbach y de la princesa Ludovica. Nieta, por tanto del Rey Maximiliano I de Baviera. En esos días de revoluciones liberales en Europa, comenzaban a escucharse las primeras voces que clamaban por la unificación de todos los pueblos germanos en los que su familia, desempeñaría un papel principal. Elisabeth crecía ajena a las tensiones políticas de su reino, embelesada por la naturaleza, la caza y los animales que la acompañaron en toda su juventud.


Pero en 1853 iba a cambiar su futuro: su hermana Helena era la candidata perfecta para casarse con Francisco José y se había concertado un protocolario encuentro en BadIschl, la residencia de verano de la familia imperial. En el último momento, decidieron incluir a la joven y rebelde Isabel en la comitiva. El Emperador quedó fascinado nada más verla. Su legendario atractivo y su espontaneidad fascinaron al pretendiente y horrorizaron a los cortesanos. Nené quedaba compuesta y sin novio –tiempo después se casaría con un príncipe Turnund Taxis- y Sissí

convertida en Emperatriz. La boda se celebraba un año después en la Iglesia de los Agustinos de Viena.



Isabel nunca se acostumbró a la etiqueta del Palacio de Hofburg ni a la rigidez que imponía la dominante archiduquesa Sofía. Tampoco sintió una irrefrenable pasión por su esposo pese a que pronto nacerían sus hijas Sofía y Gisela. La muerte de la primogénita durante un viaje del matrimonio, hizo que se la tachase de irresponsable y que la educación de los niños volviese a estar bajo el férreo control de su suegra. La joven Emperatriz ya nunca se desprenderá de sus cargos de conciencia y comenzará una etapa viajera que, con la excusa de aliviar penas y docencias, la mantendrá por largas temporadas alejada de Viena. Madeira y sobre todo Corfú, fueron sus destinos favoritos, los lugares en los que como manifestará en sus poemas, se sentía verdaderamente libre. Su fiel amiga Ida Ferenczy era su paño de lágrimas. Pero de vuelta a Austria el protocolo la encorsetaba. Nunca congenió con su cuñada Carlota pero lloró el asesinato de su cuñado Maximiliano en México.


La Emperatriz era un icono de belleza pero no era feliz. En 1858 nacía su hijo Rodolfo, heredero del Imperio y los problemas con el nacionalismo magiar se recrudecían. Isabel se sintió atraída por las reivindicaciones húngaras, y deslumbrada por la personalidad del apuesto conde Andrássy. Apoyó el nuevo estado constitucional y en 1867, Francisco José y Sissí fueron coronados Reyes de Hungría en la iglesia de Nuestra Señora de Budapest. Allí, en el castillo de Gödöllö, nacería su última hija, María Valeria.


Sissí percibía como la Europa danubiana se desvanecía. Los años dieron paso a una relación armoniosa con un Francisco José que descargaba sus frustraciones en los brazos de la artista Catalina Schratt. Isabel seguía viajando -y haciendo deporte- hasta que la noticia del suicidio de su hijo Rodolfo con su amante María Vetsena en 1889, la sumió en la más absoluta tristeza. Era público que su matrimonio con Estefanía de Bélgica había resultado catastrófico para el culto y soñador heredero, pero pocos suponían tan dramático final. Su madre no lo pudo soportar y desde entonces ocultó su rostro tras velos y abanicos. Nunca se la volvió a retratar en el esplendor de su histórica belleza. El mundo estaba cambiando y Sissí moría asesinada por un anarquista italiano durante una de sus estancias en Ginebra. Era el año 1898. Había comenzado la leyenda.




* Artículo publicado en ABC.

 
 
 

Comments


bottom of page