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  • Foto del escritorBibliotecaria CSJ

ENTRE LAS OLAS

Y…


Allí estaba ella, moviendo sus dedos con elegante sencillez, dejando al aire juguetear con sus largos y finos cabellos, susurrándole al viento palabras imposibles.


Danzando...


Parecía toda ella la naturaleza, la alegría de vivir en esa playa donde el viento y las olas sintonizaban, creando un armonioso revuelo de espuma, dejando tras de sí la mojada arena, daba la sensación de que conversaba con las gaviotas, cuyas huellas habían quedado selladas en la arena, hasta que una de esas inagotables olas se la llevara con los recuerdos al fondo del mar.



Sus gráciles pies acariciaban sutilmente la blanda arena, dejando una estela de alegría incansable.


Su baile era perfecto, sin un acorde disonante en aquella armoniosa paz.


De pronto, sus ojos color miel se fijaron en un bulto negro, tumbado sobre la arena. Corrió, creando un revuelo de seda y tul, dejando una estela de aroma de jazmín. Al ver lo que era aquel bulto, esta vez, sus labios perfectamente dibujados no sonrieron.


Era una niña de unos doce años cubierta con una manta negra, se hallaba inerte sobre la arena con un brazo sobre el vientre y otro abrazado a la manta.


La brisa le removía el cabello enredado y disperso. Era de tez ligeramente morena y tenía una expresión tranquila en el rostro. Se intuía la inocencia de una niña en las facciones redondeadas y en su nariz algo chata.


Sin pensárselo dos veces, la mujer se agachó e hizo una cosa que cambiaría la vida de la niña para siempre, simplemente se quitó de su cuello con suma suavidad un colgante con forma de pez y se lo anudó a la niña en el suyo y esperó con rostro esperanzado, posando con suavidad sus dedos con las uñas bien cuidadas sobre la mejilla de la niña.


De inmediato esta recuperó el color de la cara, a la vez que su brazo antes inerte empezaba a removerse.


De repente, la muchacha abrió los ojos.


-¿Quién eres tú? –Dijo la niña, tosiendo y respirando con dificultad.


La mujer no respondió, cogió el colgante y lo puso sobre los ojos de la niña, que se durmió de inmediato con una expresión feliz en el rostro.


La mujer se puso ágilmente de pie y cogiendo el cuerpo de la niña lo llevó a un lecho de roca, a salvo de las mareas y del viento.


A continuación se marchó sin dejar huella en la silenciosa playa.


De repente, desperté, sobresaltada, miré a mi alrededor, no sabía dónde estaba. Me hallaba tumbada en una camilla blanca y mi cabeza estaba apoyada sobre la almohada, mientras que el sol entraba por la ventana y se posaban sobre mi rostro sus largos y finos rayos, parpadeé, aquel sueño había sido maravilloso, tranquilo, sobrenatural…


Y aquella mujer…


De pronto se abrió la puerta, una mujer bajita, delgada y con rostro bonachón se acercó a mí.


-“¡Espera, esa cara la he visto en algún lado”!- pensé.


Llevaba una bata blanca con un pin en forma de flor en el bolsillo, debajo de la flor había unas letras, no, no eran letras, sino siglas.


Se acercó a mí con rostro sonriente y me cogió la mano.


-¿Qué tal te encuentras!- preguntó, con una voz dulce y tenue.


No sabía quién era aquella amable mujer, pero le contesté:


-Bien, más o menos…


Vi las siglas de su bata blanca y entendí lo que eran: ACNUR.


Sonreí…


Me palpé inconscientemente el colgante que se encontraba en mi cuello y ella, como leyéndome el pensamiento, me preguntó:


-¿Te gusta el colgante que te regalé?-


Autor: Elena Enrique Trujillo.

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