top of page
  • Foto del escritorBibliotecaria CSJ

MI NORTE SIEMPRE MARCA LA MISMA DIRECCIÓN…

Bastante cansada ya, deseando que se acabe, parece una espiral constante, que se quiere quedar conmigo mucho más tiempo del que yo esperaba. No son minutos, ni horas, ni días, ni semanas, parecen ya meses. Me tiene presa del resto, me ha puesto dentro una máscara, no soy yo esa de ahí fuera. Es solo el principio y no puedo más.



Empieza la semana, lunes, con menos energía de lo normal, mi máscara comienza a hacer de las suyas y la gente me pregunta. No sé qué me duele más, si que me pregunten o que den por hecho qué me pasa (ni yo misma lo sé). Acaba por fin la mañana y tengo más ganas de lo habitual de irme a mi casa. “No tengo hambre” le digo a mi madre al llegar. Entonces paso a mi cuarto y la máscara vuelve a hacer efecto. Se me está mojando la cara. Apago el móvil e intento dormir, pero el dolor de cabeza puede conmigo. “¿Qué te pasa?”, la pregunta que hace mi madre interrumpiendo en mi habitación. La había oído tantas veces que me empezaba a hacer eco dentro de la cabeza. “Nada”, le respondo. Creo que no es tonta y que incluso sabe mejor que yo lo que me pasa. Se sentó conmigo en la cama y me abrazó fuerte, empezó a desatarme la máscara. Me dio un cálido beso en la frente y se fue. La máscara seguía puesta dentro.


Martes; por la mañana, me despierto con la almohada húmeda, los ojos rojos y la nariz algo taponada. Me dirijo rápido al baño, intentando no levantar la cabeza y me lavo la cara con jabón. Termino de vestirme y lavarme los dientes y le digo a mi madre que ya llevo la merienda, aunque sea mentira y aunque lleve sin comer desde ayer por la mañana. Llego al colegio sobre las ocho y diez, intento cambiar de máscara antes de llegar para que no me pregunten. Pasa la mañana, me despido de mis amigas como un día normal y me dirijo hacia mi casa. Como un poco, no quiero que se preocupen por mí, y vuelvo a mi habitación para hacer la tarea. En realidad, todos los días se me empiezan a hacer un poco monótonos y ya sé lo que me va a pasar a continuación.


Miércoles; hoy me despierto igual que ayer pero rodeada de pañuelos usados. Intento recogerlos y tirarlos a la papelera. Justo llega mi madre y me pregunta por ellos, pero le digo que creo que he cogido un constipado. A lo que ella responde con un “vaya…” acompañado de una cara de disgusto. Voy y vuelvo de clases, mis amigas están un poco preocupadas. La máscara falsa que me he intentado poner no las ha confundido. En parte me alegro.


Acabó la semana antes de lo que parecía que se iba a acabar, es una noche de domingo bastante despejada y mi madre me ha sentado en la cocina para hablar.


Empieza, y se derrumba, me siento culpable por ella. Se ha dado cuenta mucho antes que yo de lo que pasaba e intenta abrirme los ojos. Pasan unas horas bastante intensas de conversación entre ambas y creo haberme despejado la cabeza tanto como el cielo aquella noche.


Me voy a la cama y siento el nudo mucho más flojo. Oigo una voz dentro de mí que dice, “mi norte siempre marca la misma dirección, eres tú la que decide el camino”.


Ahora entiendo qué camino quiero.



Ahora sé que no quiero que pasen más noviembres, diciembres ni eneros como aquellos lunes, martes y miércoles.


Ahora se me ha desatado la máscara y nadie ni nada la va a volver a atar.


Autor: Carlota Sanz Pérez.

174 visualizaciones1 comentario

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page