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  • Foto del escritorBibliotecaria CSJ

EL DINOSAURIO

Las gotas de agua golpean el cristal de mi ventana. Amanece en Torrenueva. Los primeros rayos de luz entran en mi habitación. El sonido de los pájaros se agolpa en mi cabeza. Podría parecer una mañana normal de primavera, pero no, algo ha hecho que nuestra rutina diaria haya cambiado. Hace algo más de un mes, escuchaba en la televisión que aquel virus, surgido en China, estaba empezando a hacer los primeros estragos en nuestro País, un virus que pensaba que nunca llegaría.





Durante estos días, con tanto tiempo por delante, los recuerdos se agolpan en mi mente y añoro con nostalgia aquellos momentos vividos en un pasado, cargados de emociones con familiares y amigos. Rememoro aquellos pasajes felices de mi vida. En medio de esos recuerdos, se encuentra mi etapa de instituto. Esos tiempos de la adolescencia donde las inseguridades y los sentimientos desbordados estaban en el orden del día. Me acuerdo, especialmente, de mi profesora de Literatura Universal y de aquel cuento que nos leyó el último día del curso. Era el cuento más breve del mundo del autor guatemalteco, Augusto Monterroso, que tan solo ocupa una línea. Parece que estoy escuchando a mi profesora decir: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Esas palabras siguen resonando estos días en mi cabeza.

Creo que estoy inmerso en ese cuento. Parece que soy el protagonista en esa historia. El dinosaurio está presente en mi vida y en la vida de muchos españoles. Y creo que este animal ha venido para quedarse. Actualmente, hay un gran dinosaurio que invade la mente de la sociedad. El dinosaurio de la incertidumbre en el futuro, el miedo, la desesperanza y la desesperación ante esta situación.


Cada vez que me voy a la cama, pienso que a la mañana siguiente todo habrá terminado, que el dinosaurio se habrá ido. Con la inconsciencia del sueño, olvido la situación actual que estamos viviendo. Mientras duermo, no pienso en las cifras diarias de fallecimientos que nos ofrecen los medios de comunicación, relego a un segundo plano el dolor de tantas personas que están sufriendo en soledad esta enfermedad o, incluso, han perdido a algún ser querido. También olvido durante horas esa angustia que me atormenta durante el día de pensar que peligra la vida de mis familiares, la gente que más quiero. La noche es un momento de tranquilidad, pero, al despertar, el dinosaurio sigue estando aquí entre nosotros y comienza la angustia. Cada mañana el dinosaurio es mayor y más fuerte, y vuelve a golpear a todos los países del mundo.


A pesar de todas las connotaciones negativas que rodean a este animal, creo que no todo es tan malo. Tampoco es que le haya cogido cariño, pero considero que su llegada también era necesaria. El dinosaurio nos ha hecho valorar aquellos aspectos de la vida que antes no apreciábamos, como salir a la calle o dar un simple abrazo a un familiar. Abrazos que hoy valoramos más que antes. Vivíamos en mitad de la rutina y del ruido. El trabajo nos deshumanizaba día a día olvidando en algunas ocasiones lo elemental de la vida, las personas. Creo que durante este tiempo nos estamos conociendo a nosotros mismos. Siempre nos ha dado miedo la soledad porque es el momento que tenemos para analizar nuestro interior, para conocernos a nosotros mismos y eso a veces asusta. Muchas veces, cuando estamos solos incluso ponemos música, necesitamos ruido. ¿Acaso nos da miedo conocer nuestro interior? Creo que, gracias a esta situación, nos estamos haciendo mejores amigos de nosotros mismos.


Durante este tiempo, el mundo se ha convertido en un espacio más solidario, donde la unidad entre países y pueblos se ha hecho realidad. En las grandes ciudades los vecinos empiezan a establecer contacto porque antes, con la rapidez de la vida, no se conocían. Una vez más, se ha vuelto a mostrar la solidaridad de los españoles, que hemos visto en miles de personas anónimas que elaboran el material de protección para los sanitarios e incluso para todos nosotros. Las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado y los sanitarios han estado en primera línea de batalla, luchando con el gran dinosaurio. Héroes valientes que están arriesgando su propia vida o, incluso la han perdido, para protegernos a los demás.


La llegada del dinosaurio también ha hecho de este, nuestro planeta, un lugar más ecológico. Al dejar de salir, hemos dejado de contaminar. La tierra necesitaba respirar, lo estaba pidiendo a gritos, y no queríamos escucharlo. Sin darnos cuenta, con el paso de los años, nos hemos ido cargando nuestro entorno, sin valorar que es un bien que nos dejaron nuestros antepasados y tenemos que cuidarlo y entregarlo lo mejor posible a las generaciones futuras.


También me viene a la mente las palabas de mi profesor de Filosofía en la que nos hablaba de la libertad del hombre. Y me pregunto cada mañana… ¿el dinosaurio nos ha coartado nuestras libertades? Muchos piensan que, por estar encerrados, dejamos de ser libres. Creo que el dinosaurio me ha quitado muchas libertades externas, como salir a dar un paseo, viajar por el mundo etc, pero creo que nunca podrá arrebatarme la libertad interna, es decir, mi propia voluntad, mi libertad de pensamiento y la capacidad de elección. Y, en este momento, elijo quedarme en casa. Estoy en casa libremente, porque quiero proteger la salud de todos los que me rodean.


A pesar de todo ello, a veces aparece el sentimiento de desesperación y añoro tomar algo con mis amigos, ver a las personas que quiero, hacer reuniones familiares… y, con esos pensamientos, sueño despierto. Pienso en todas las cosas que haré cuando todo esto termine. En esos proyectos no aparecen grandes lujos, todos se resumen en un único sueño: pasar el mayor tiempo posible con mi familia disfrutando de los pequeños momentos que nos regala la vida. Sueños que, en un futuro no muy lejano, se harán realidad al igual que los vuestros.


Espero que algún día, al despertar, el dinosaurio se haya marchado.


Autor: Jesús Bajo Delgado

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